De sus alas se desprenden olores nauseabundos,
algunos les observan intimidados, esperando que el más pequeño del grupo que tiene ojos de ave y cicatrices en formas imposibles se coma el vagón entero. El niño del rostro sucio me mira, como quien se sabe sumergido en las aguas de un río sin retorno. Trato de desprenderme de su imagen, empapada en sudor y con los pies descalzos. Un futuro convertido en puñado de palabrotas, su hermano tal vez, se quebrantó por falta de infancia. Y la matrona curtida, perforada en la lengua por un brillo de fantasía, se besa descuidada con el ave de rapiña. |
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Mayo 2020
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BLOGSPOT Indira RojasPeriodista | Caracas, Venezuela Todos los textos publicados en este blog están protegidos por derecho de autor.
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