Estoy aquí porque me llamaste.
Escuché el aleteo de tus pestañas entre la multitud. Bebían los amigos y caía la salsa de las hamburguesas sobre las papas fritas más chicas que he visto. La libertad espuma, el gozo juvenil que se desperdicia. En el extremo los ojos que se batían. Yo te escuché. ¿No dudé en ese instante? Cayó un rayo en la mitad del desierto, y fue preciso apagar el fuego. Una pequeña porción del terreno se evaporó, fue alivio verte en la tarea de humectar la polvareda. Alivio bajo el sol que emergía temeroso, desconfiado. ¿Volveríamos a ser los mismos en este desierto picado? La multitud se reúne otra vez, pero me encierro en un nuevo miedo: le temo a los terceros. He notado que bajo su influjo mi pecho y mi garganta se hacen hueco, el frío me congela el estómago. He notado que te vas cuando ya estás muy cansado. Me escondo bajo la chaqueta azul que me regalaste, no quiero que se burlen de mi piel verde y de mis ojos rojos. Tengo fiebre, pero no puedo recurrir a tus actos curativos. Mientras más enfermo por delirios posesivos, más te haces silencio. El destierro gana invicto. Vuelo sobre las cabezas, pero en verdad estoy huyendo. Un rumor me pisa la cola con sus súplicas, desconozco su origen. ¿Aleteas esta vez o te estás despidiendo? |
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Mayo 2020
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BLOGSPOT Indira RojasPeriodista | Caracas, Venezuela Todos los textos publicados en este blog están protegidos por derecho de autor.
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